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jueves, 11 de diciembre de 2014

LUCAS 9 - ALIMENTACION A LOS 5000

Lucas 9, 10 – 17: Vueltos los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida.  Y cuando la gente lo supo, le siguió; y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.  Pero el día comenzaba a declinar; y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto. Él les dijo: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud. Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta.  Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos.  Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo, y los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente. Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que les sobró, doce cestas de pedazos.

Desde que peregriné por Tierra Santa, este pasado mes de julio, hasta este último viaje a República Dominicana, del pasado agosto, he tenido el increíble honor de vivir un tránsito vital en el que pude ver reflejado ambos viajes a través de las lecturas del domingo 3 de agosto. Me pareció que Dios guarda el momento oportuno para no dejar nada al azar y regalarnos un sutil mensaje que llegó a mi corazón con la fuerza renovadora de su palabra: Efata! (Un susurro en lengua semita que me dice: Ábrete!).

Estoy plenamente convencido que aquella invitación en tierras de Jesús, debía ahora correr no sólo hacia mi interior, sino que también debía tener su absoluto reflejo en Dominicana. Es de Dios, sin duda!

La lectura nos sitúa en Isaías 55: “Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde… Escuchadme atentos y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos. Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme, y viviréis”.
Isaías nos recuerda que la bendición de Dios pasa por la obediencia. Y nos plantea una forma de acercarnos a Dios desde el cumplimiento de la ley, de la Torah, de los preceptos, las normas, el buen ejercicio social, la integridad, la igualdad… Escuchadme y viviréis es el reclamo con el que el Antiguo Testamento nos enseña una forma de atender a Dios, de cumplir su voluntad. Seguramente una forma en la que todos hemos estado alguna vez, movidos por la creencia de que hacemos lo correcto, lo que nos dice la moral, la Iglesia, incluso nuestra conciencia.

Instaurados bajo la tutela de un Dios capaz de protegerme si hago lo correcto, que premia la justicia y castiga la maldad, que da bendiciones a cambio de obediencia. Que, en definitiva, me pide ese sometimiento que siempre creí que significaba Getsemaní. El huerto en el que la voluntad de Dios me hace sufrir, y donde parece que no tengo otra alternativa que cargar con la cruz. “Hágase tu voluntad”.

Pero este itinerario me reserva una sorpresa, una sacudida enorme que me regresa a Tierra Santa, que me devuelve a ese huerto, pero desde otra encarnación, desde otra perspectiva, desde una óptica nueva, que me hace temblar, para la que no se si estoy preparado. Pero wow! Me arde el corazón tanto, y me quema, sí. Quema!

Jesús me replica ahora: “No hace falta que se vayan, dadles vosotros de comer”.
Dales tú de comer!

De repente este itinerario me traslada nuevamente de la obediencia hacia la libertad. Y cuando yo recurro a Dios para someterme a su voluntad, a su poder, a sus milagros… Esta nueva encarnación me propone un sentido diferente.

Dadles vosotros de comer”. Y regreso a la bondad de este Jesús que se entrega desde la más absoluta libertad, y recuerdo aquellas palabras: “Lo más difícil de conquistar es la libertad humana, y no lo logró Jesús (ni con Judas, ni con Pedro...). Es tan grande este misterio... Si mi Dios es amor, yo quiero vivir mi vida centrado desde el amor, porque tú Señor eres amor”.
En este texto de Lucas, los discípulos extrañados le preguntan al maestro cómo van a darles de comer? Si no tenemos más que…

Entregarse a los demás con lo que se tiene es un acto de libertad, de compromiso, de gratuidad, de bondad, de humildad, de generosidad… Es un acto de amor. Y Dios quiere que seas libre para poder hacer tu elección.

El evangelio nos cita que comieron hasta 5000 hombres, sin contar mujeres y niños. Bien, estoy convencido que con ustedes pueden comer 10000, y no sólo 10000 sino más, y más, y más. Estoy plenamente seguros que en este viaje Dios nos ha llamado a la libertad, y que desde esta liberación somos engendrados como verdaderos hijos de Dios, aceptados por nuestro Padre, bendecidos en el amor.


Que ahora, que saben que son capaces de obrar ese mismo milagro, nada sea un impedimento para amar. Que ahora que han multiplicado, no se sientan nunca llamados a dividir. Que ahora que nos han amado… No dejen nunca de hacerlo.

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