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viernes, 5 de diciembre de 2014

LUCAS 2 - LOS PASTORES

Lucas 2:15-20: Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros:
—Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido y que el Señor nos ha manifestado.
Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían. Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.


Este peculiar camino hacia la libertad que propone Lucas, tiene ahora parada obligada en la tierra de Palestina, Belén,  zona de pastores. Y es curioso que el evangelista dirija su mirada hacia allí, porque en la sociedad judía de entonces, los pastores no estaban nada bien considerados. Que un ángel se les aparezca justo a ellos, llena de significado esa intención liberadora de Dios respecto de la religión y que luego llegará a su culmen con la proclamación de Jesús a la Samaritana: llega la hora en la que ya no tendréis que adorar a Dios aquí o allí, sino que podréis hacerlo desde el corazón, con el Espíritu.
Un mensajero de Dios se aparece, primero a un sacerdote, después a una mujer, y ahora a estos pastores. El mensaje de Dios, antes de universalizarse, debe primero llegar a todo rincón de su pueblo. Viene el heredero de David, el Nazareo, Jesús. Y la primera etapa de la Buena Noticia cursa en Israel, llega el liberador, el Mesías. El tiempo se cumple para aquel pueblo que quiso colocaren la historia un punto de inflexión en su encuentro con Dios. La historia, profética, se torna pues en historia de salvación.
Es el momento clave, la palabra anunciada es ya un hecho,  ha nacido el Dios Emmanuel, Dios con nosotros. Es el cumplimiento definitivo del designio salvífico de Dios quien, tras los reyes y los profetas, ahora se manifiesta en la historia del hombre. La historia del Salvador es un hecho, surge el Jesús histórico, y nace como cualquier niño.
De lejos, retumban en nosotros estas palabras que dijo el mensajero a los pastores anteriormente: Hoy se ha cumplido la Escritura ante vuestros ojos. Y lo hace porque con esas mismas palabras Jesús instaurará, poco después en la Sinagoga, la clave de su mensaje: He venido a dar vista a los ciegos, a liberar a los cautivos, a alimentar al hambriento… Os traigo Nuevas de gran gozo, os es nacido un Salvador.
Para aquellos pastores sacudidos de impureza, desatendidos por las autoridades religiosas, y mal vistos socialmente, llega el momento de su libre reivindicación. Liberada ya la raza sacerdotal con Zacarías, la encarnación a través de María, ahora ya se sacuden las cadenas del presidio los de la clase obrera. Y será, curiosamente, a través de esta proclamación, que el mismo Jesús será llamado el Buen Pastor, que no es otra cosa que el Buen Liberador. Porque el pastor aquí representa a toda esa capa social llana de la época.
Seguimos el camino que destella el Cristo, Dios nos ha dejado ya su Buena Noticia. Ha nacido el Salvador, y por el sólo hecho de recibirlo, ya sois completamente libres, ya lo somos definitivamente. Y no se nos pide nada a cambio, porque el Amor y la Libertad provienen de la gratuidad. Puedo elegirlo, aceptarlo o negarlo. Pero puedo, o no. Y viene ya un acto de deliberación autónomo del ser humano, que puede ser en cualquier momento, o puede no ser nunca. Jesús, el que libera, también es el que respeta.
El texto de Lucas no sólo nos invita a ser como los pastores, sino que nos recuerda que esa misma invitación puede tener lugar en la Sinagoga o en una casa de un publicano como Zaqueo o incuso en el momento de la cruz como pasó con el buen ladrón. Nunca es tarde para aceptar al Señor.
Y en el trasfondo, la actitud de María, quien guarda todas las cosas meditándolas en el corazón.

Que como aquellos pastores, nosotros ahora seamos capaces de llevar adelante ese mensaje de Salvación, de liberación. Que nuestro entorno, nuestra casa, nuestra ciudad, o nuestro trabajo sean la sede de este Evangelio. Y que entender esta libertad nos de fuerzas para proclamar el Año del Señor: dando vista a los ciegos, alimentando al hambriento, liberando al cautivo…

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