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lunes, 15 de junio de 2015

MATEO 5, 38 TE RESPETO SI ME RESPETAS

MATEO 5, 38 – 42: Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente.” Pero yo les digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Si alguien te pone pleito para quitarte la capa, déjale también la camisa. Si alguien te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda.


La base de los códigos más antiguos como el de Hammurabi o el Talión romano es la de: yo te respeto si tú me respetas, es lo que ahora llamaríamos nosotros una ley de mínimos, aunque en aquel entonces era la base de toda conducta moral. Ciertamente y a pesar de lo que puede parecernos Israel fue muy un reino muy solidario, atento, y con un alto sentido del deber moral y del cultual. De otro lado, el derecho romano, por ejemplo, tenía un código ético familiar muy marcado con la figura del “paterfamilias”. Por tanto, para tratar de aproximarnos al Sermón del Monte de Jesús, deberíamos prestar la mitad de nuestra atención al entramado ético – moral de la sociedad romana, helenística y judía.

No es que busquemos cuál de estos códigos tiene más razón, o cuál es mejor, o si hay que cumplir uno u otro, todos ellos expresan la necesidad del hombre de establecer unos mínimos de convivencia, que cumpliéndolos viviremos bien, que al fin y al cabo es lo que busca la sabiduría. Incluso entre lo que proclama Cristo y lo que dictan los códigos, hay todo un abanico de actitudes y maneras de hacer: yo ayudo a los pobres, yo dedico mi tiempo, yo dono un dinero… que son iniciativas que surgen naturalmente de cada uno. Y todas ellas son buenas, y no por hacer más o por hacer menos tendremos mayor o menor recompensa.
Lo que Cristo propone sólo sale del interior del corazón, porque o lo haces naturalmente o cada bofetada en la mejilla será un motivo para dejarlo, o para irte. Jesús no impone a ninguna persona que actúe así, por más que puedan decirnos. Si Dios quiere que seas feliz y para ti es demasiado correr la segunda milla, sencillamente no la corras, porque Dios no quiere eso de ti. Entonces, no soy menos persona (o menos cristiano) porque no sea capaz de perdonar más de tres veces, o de dos, o de una. Sé que Jesús dice setenta veces siete, pero yo no puedo.

Antaño miré la propuesta de Cristo como una obligación, y señalé a los que no la cumplían, y hasta podía dudar de su cristiandad, porque pensaba que Cristo sólo podía pasar por la Ley. Pero hasta el más codicioso puede sorprenderte con su generosidad, y el más malo con su bondad, y hasta el más rigorista con su libertad. Y cuántas sorpresas te da la vida!


El ejercicio ético no nos aproxima a Dios, aunque permite una buena convivencia. La moral nos ayuda a regular algunos excesos a los que podría llegar el ser humano, o corrige otros excesos a los que ya ha llegado, y nos ayuda a comportarnos. El ejercicio de Cristo propone una transformación del ejercicio ético para superar lo que está bien por lo que está mejor, no como una exigencia sino como una opción. Los hombres y mujeres gobiernan el mundo, y Cristo nos invita a traspasarlo: está bien el respeto, pero está mejor el amor. 

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