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lunes, 1 de junio de 2015

MARCOS 12, 6 LABRADORES MALVADOS

MARCOS 12, 6 – 12: »Le quedaba todavía uno, su hijo amado. Por último, lo mandó a él, pensando: “¡A mi hijo sí lo respetarán!” Pero aquellos labradores se dijeron unos a otros: “Éste es el heredero. Matémoslo, y la herencia será nuestra.” Así que le echaron mano y lo mataron, y lo arrojaron fuera del viñedo. »¿Qué hará el dueño? Volverá, acabará con los labradores, y dará el viñedo a otros. ¿No han leído ustedes esta Escritura: »“La piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser la piedra angular; esto es obra del Señor, y nos deja maravillados”?»



El evangelio de hoy nos situaba en el ámbito de la parábola de los labradores malvados, pero como en su día ya la comentamos y como el texto es muy largo, nos quedaremos con estos versículos finales que recogen el sentido de la parábola. Los labradores son tan malvados, que no sólo se ajustan a la parábola sino que además una vez han visto que el mensaje es para ellos todavía quieren apresar a Jesús. Y Jesús, que siempre se queda con la última palabra, les pone sobre aviso. Y esto mismo nos interpela a nosotros cuando actuamos como esos labradores y desechamos al otro: mira éste, fíjate aquel, si ya dije que era…

Claro, en nuestro caso es muy difícil que terminemos matando, en cualquier caso, pero lo cierto es que para acabar con alguien utilizamos hoy día muchos recursos, y finalmente también terminamos con aquel. Me pone este pasaje en aquellos casos en los que alguien hace algo por alguien, o por algunos, o por la comunidad… y aún así lo criticamos, lo desechamos, lo apartamos, hasta lo hundimos. Con qué facilidad nos vamos a este terreno, qué rápido dejamos  de ver al otro, y qué poco nos importa la vida de otra persona cuando reaccionamos así, como labradores malvados.

El mundo está lleno de pequeños viñadores que disponen su proyecto, su ilusión, su empresa… y luego lo ninguneamos porque es gay; o cuánto empuje, preparación, estudio y perseverancia un estudiante que se presenta a la viña a por trabajo y lo repudiamos por no tener padrino, por no tener familia, por ser gordo o feo…; a cuántos etiquetamos, de cuántos nos reímos, a cuantos engañamos, abusamos, o hacemos tropezar. En la viña hay cabida para mucha guarrada, y para mucha basura.

Y si a los que hiciéramos esto fueran hijos, hermanas, padres, abuelas, madres… ¿también les haríamos eso? Hay que ser muy humano para hacerse esta pregunta y no dudar, tomarse unos minutos y verse como uno malvado. Qué fácil es fallar aún cuando se quiere, cómo no va a serlo a otro que no.

Bien, hay mucho trabajo que hacer en la viña para actuar contra los malvados, hay mucha tierra que remover para plantar la buena semilla, hay mucha acogida por hacer, también hay mucho tiempo por sufrir, pero hay gran satisfacción si en esta gran viña que es el mundo logramos ganar el pulso.


En la viña hay mucha extensión, y también hay muchos labradores buenos. Nosotros tenemos un campo por labrar, y cada uno tiene terreno para abrir, para conocer, para sudar y para recoger. No nos cansemos nunca de segar en pos del amor de unos y otros; sí, el trabajo del campo, que es de sol a sol, cansa pero mientras nos quitamos el sudor, que podamos sonreír al cielo diciendo:  hoy he trabajado.

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