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viernes, 2 de febrero de 2018

MARCOS 6, 30. AL DESEMBARCAR

 Marcos 6, 30 - 34: En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.  Él les dijo: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.» Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.


Marcos nos contrapone, a veces, la actitud de Jesús con la de sus discípulos. Mientras recordamos, por ejemplo, el pasaje en que los familiares del maestro quieren llevárselo a casa porque lo creen un loco (sin tiempo ni para comer), vemos hoy a Jesús en cambio procurando a los suyos un lugar más reposado para descansar. Estamos en medio de una actividad frenética, infatigable, exigente. Jesús ya es un personaje reconocido entre la gente. Quizás como taumaturgo, quizás como profeta, quizás como hombre de bien o quizás como maestro, las personas que se agolpaban, que lo perseguían y que lo aclamaban denotan su necesidad, su deseo de que esta nueva doctrina, esta predicación suya y esos actos que le acompañan se hagan visibles, ciertos e incluso posibles.

Jesús es un modelo de alguien que viendo la necesidad de la vida actúa como el mejor de los guías conduciendo a los suyos a un espacio de intimidad, de familia. Luego en ese espacio sucederán muchas cosas, aunque es seguro que todos necesitamos que nos acerquen a lugares de reposo. Lo necesitamos por la vida que nos agita, por las situaciones que nos pasan, por los encuentros y desencuentros, por lo bueno y lo malo... Aquí lo encontramos relatado en un pasaje, pero esto es cosa de cada día. Nosotros mismos tendríamos que saber encontrar ese tiempo más de soledad, más de reflexión, más de encuentro personal. Podemos dejarnos llevar por la velocidad del diario, pero si estamos atentos a los signos, quizás también veríamos al mismo Jesús alargando su mano, indicándonos un lugar.

Somos capaces para seguir, incluso para perseguir, atosigar, pedir, acompañar, aclamar... que seamos también capaces de llevar a lugares apartados, de reposo, de intimidad. Que seamos también capaces de respetar esos espacios, de entenderlos, de agradecerlos. Que puedan servir para medir nuestra vida, cómo estamos o cómo nos sentimos. Ya habrá tiempo para volver a la orilla, para volver al encuentro, para nuestro trabajo, relaciones interpersonales... hoy hay que alejarse un poco, quizás no mucho, pero hay que subirse a la barca con Jesús (el mar parece tranquillo)

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