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domingo, 11 de febrero de 2018

MARCOS 8, 14. OJO CON LA LEVADURA

 MARCOS  8, 14 – 21A los discípulos se les había olvidado llevar comida, y sólo tenían un pan en la barca. Tengan cuidado —les advirtió Jesús—; ¡ojo con la levadura de los fariseos y con la de Herodes! Ellos comentaban entre sí: «Lo dice porque no tenemos pan.» Al darse cuenta de esto, Jesús les dijo: —¿Por qué están hablando de que no tienen pan? ¿Todavía no ven ni entienden? ¿Tienen la mente embotada? ¿Es que tienen ojos, pero no ven, y oídos, pero no oyen? ¿Acaso no recuerdan? Cuando partí los cinco panes para los cinco mil, ¿cuántas canastas llenas de pedazos recogieron? —Doce —respondieron. —Y cuando partí los siete panes para los cuatro mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogieron? —Siete. Entonces concluyó: —¿Y todavía no entienden?



Tenemos muy a mal hablar de los fariseos para referirnos a aquellas actitudes del corazón que son más tenebrosas. En este pasaje, sería lícito llevar los ojos a la levadura de los fariseos y de Herodes para lanzar un mensaje cualquiera, pero la verdad es que nos estaríamos equivocando y no seríamos justos con la historia. Entre los fariseos había grupos más radicales y grupos más liberales, expresión de la gran pluralidad de entre los miembros pertenecientes a esa denominación. Hoy, por ejemplo, podemos presuponer que aquellos miembros del “Camino”, que significa conducta, podían pertenecer a un grupo dentro del fariseísmo. Más allá de toda suposición, podemos leer que los fariseos no condenaron a muerte a Jesús, sino que fueron los sacerdotes y el gobernador romano.

Los fariseos no pretenden separar a las gentes del Cristo, aunque ojo! Los fariseos no aceptaban el mesianismo de Jesús y de esa banda venían algunas disputas, las otras provenían del afán fariseo de que el grupo de Jesús viviera más conforme a la Toráh y de ahí las discusiones referentes al sabbath. Era como enfrentar aquello que se espera del buen judío con aquello que Dios no espera sino desea de nosotros en Jesús. Sea como fuere, en ningún modo debo distorsionar las relaciones entre unos y otros. Jesús compartirá la cena con algunos de ellos y compartir la cena es participar de las cofradías farisaicas y de las discusiones de la Toráh.

Estamos ante el mismo episodio de estos discípulos y hoy somos nosotros quienes desde la barca escuchamos las palabras de Jesús que nos alerta sobre esta misma levadura. Levadura que ha fermentado desde el Concilio Vaticano II y que ha acabado de ahogar las preciosas intenciones de regreso al evangelio para vivir más conforme a las palabras de Jesús. Nuestra levadura responde a esta Europa cerrada a cal y canto y de corte conservador que ha frenado la alegría del evangelio, ha enfriado las expectativas y la ilusión. Sin que estuviera en nuestra mano, los gestores de lo religioso, como aquellos rabinos, han pretendido dictar el movimiento del vivir.

Ocurre aquí un paralelismo o una misma levadura, quizás porque en el fondo no somos más que una evolución del partido fariseo, quizás porque la religión se encuentra como entonces obsoleta. Pero a nuestro  favor tenemos el agente cristológico en la obra del Espíritu, quien promueve el movimiento de la gracia en nuestro corazón para no vivir conforme a la ley sino conforme al Amor, un amor que nunca envejece y que nunca caduca.

¿Todavía no entienden? Les decía Jesús que es la vida conforme al amor la que da sentido a sus vidas, la que obra milagros, la que es capaz de partirse. El amor nunca pasa, jamás está obsoleto, esa es la meta: fundarse en el Amor.


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