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lunes, 4 de junio de 2018

MARCOS 12, 13 INTEGROS

 Marcos 12, 13 – 17Luego enviaron a Jesús algunos de los fariseos y de los herodianos para tenderle una trampa con sus mismas palabras. Al llegar le dijeron: —Maestro, sabemos que eres un hombre íntegro. No te dejas influir por nadie porque no te fijas en las apariencias, sino que de verdad enseñas el camino de Dios. ¿Está permitido pagar impuestos al césar o no? ¿Debemos pagar o no? Pero Jesús, sabiendo que fingían, les replicó: —¿Por qué me tienden trampas? Tráiganme una moneda romana  para verla. Le llevaron la moneda, y él les preguntó: —¿De quién son esta imagen y esta inscripción? —Del césar —contestaron. —Denle, pues, al césar lo que es del césar, y a Dios lo que es de Dios. Y se quedaron admirados de él.


El evangelio de hoy nos sitúa cerca de aquellas situaciones donde la influencia de algunos acaba tomando forma en la decisión de otros. En este caso intentan que Jesús se posicione políticamente contra el César, y así declararse enemigo de Roma, revolucionario, pero Cristo no cae en la trampa, es un hombre de muchos recursos y termina por responderles dejando claro que el camino de Dios, no va contra nadie. Personalmente estoy muy a favor de un evangelio que trabaje por los pobres, los enfermos, los oprimidos y los necesitados, aunque también comprendo que el evangelio de ninguna manera se cierra a los ricos, a los poderosos y a los políticos. Todos somos hijos o hijas independientemente de la posición que ocupemos en este mundo, porque desde allá donde estemos todos luchamos contra la hostilidad del planeta, contra las desigualdades, contra la guerra, y en favor de la vida.

A lo largo de los años hemos visto cómo fue la suerte de personas que no contestaron como Jesús, y que de distinto modo no pagaron el tributo al César, porque pensaron que el tributo no le correspondía. Así sucedió con muchos de los que participaron en la teología de la liberación, acusada de marxista; a Edward Schillebeekx que se negó a rectificar sobre su cristología para algunos ambigua; o a Hans Küng, a quien se prohíbe enseñar; o a Sor Agnes Mary por su activismo en pro del aborto; o a Leonardo Boff; o a Fernando Cardenal, por participar del gobierno nicaragüense como ministro de educación; o a Gyorgi Bulany que se posicionó a favor de la objeción de conciencia… A todos ellos les pesó de un modo u otro dejar de pagar tributo al César (y su César era la Iglesia).

¿Vale la pena dejar de pagar tributo? Creo que sí, vale la pena negarnos a pagar cuando pagando vamos en contra de la vida, en contra del prójimo, en contra de la libertad, en contra de la autenticidad, cuando supone explotación laboral, cuando hay malos tratos, cuando se desfavorece al hombre o a la mujer, cuando la familia está en peligro… No acabaríamos de citar posturas en las que podría negarme muchas veces a pagar tributo al César.

Dejar de pagar nos posiciona en contra del César, y estaremos en la trinchera de los revolucionarios, viviendo como proscritos, y echados fuera. Pero vale la pena saltar a la zanja de los señalados si con ello estamos siendo fieles a Dios, y la opción por Dios pide de nosotros estas cosas, que sepamos estar a favor del amor al prójimo y que tengamos en cuenta que no por nuestra posición debemos dejar de amar a los enemigos (si es que puedo llamarlos así).

Pagar o no pagar, siempre es un dilema, aunque hay otras situaciones en las que hay que pagarlo. Quizás sea cuestión de mirar qué clase de tributo y quién (y por qué) lo reclama. 

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