Translate

jueves, 7 de junio de 2018

MARCOS 12, 28. EL SEÑOR, UNO ES

 Marcos 12, 28b - 34: En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?» Respondió Jesús: «El primero es: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser." El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que éstos.» El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.


Cuando hablamos del primado del amor quizás deberíamos también hablar primero de que para nada podemos tomarlo como un mandamiento. Sería lo más inefectivo, incluso frívolo, que nos mandaran amar porque... ¿acaso funciona un amor forzado, interesado, dirigido? Bueno, quizás hay veces en las que sí, pero ya sabemos lo que ocurre en los contextos donde amar se ha convertido en eso, en un mandamiento.

Amar es algo que a todos nos nace, que es inherente a los seres humanos, que nos define por encima de muchas otras cualidades y que permite, llegado el momento, anteponerlo a los intereses particulares, los egoísmos de cada cual o a nuestro propio bien. Amar nos lanza a la solidaridad, a la preocupación por el otro, a buscar su bienestar, a procurar medios a la hostpitalidad, al voluntariado, a la creación de espacios de encuentro entre culturas, civilizaciones, religiones. Amar, también, nos conduce a la victoria cuando atravesamos por momentos de guerra.

Amar nos hace mejores, nos quita tristezas, nos permite llegar a metas que creíamos inalcanzables. Para amar hay que apostar por el corazón, por la sinceridad, por la verdad, por la gratuidad y por el don. Amar es hacer Reino, construir una vida conforme a la voluntad de Dios. Amar es proseguir la obra de Cristo, vivificar el Espíritu, cuidar el alma. Bueno, vamos a decirlo, amar no es ninguna fórmula màgica que nos evite problemas, malestares, situaciones, caídas o llanto, amar es el instrumento del que disponemos para poder salir de estas etapas y reconvertir cada lágrima en una sonrisa.

Amar nos une, es un estado especial que nos viene incorporado por el hecho de ser personas, de ser humanos. Amar es un derecho y un deber. Amar nos protege, nos educa, nos desarrolla, nos nutre. Nunca, nunca, nunca hay que dejar de amar porque en nuestro caminar debe estar el deseo de prolongarlo, de transmitirlo, de enseñarlo y de practicarlo para que perdure, para que nadie olvide que no es un primer mandamiento sino que es el primer impulso del corazón... porque todos merecemos ser amados.

Dios es amor, un amor entregado en Cristo y un amor extendido en cada uno de ustedes. Somos fruto de la herencia, de la genética, de la historia, de una relación sexual... pero por encima de todo somos fruto del amor, hijos e hijas de ese mismo amor con lo que todo empieza y que separa la luz de las tinieblas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario