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viernes, 29 de junio de 2018

MATEO 16, 13. QUIEN SOY

  Mateo 16, 13-19: En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.» Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.» Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás! porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»


Nuestra experiencia de fe es por heredad. Es cierto que podemos vestirla de tal modo que proclamamos un encuentro personal pero, de cierto, no deja de ser por analogía que nos acercamos al mismo Cristo que encontraron los apóstoles. Todo lo demás, aun pudiendo ser, no deja de ser subjetivo y, por lo tanto, sujeto a interpretación. Ciertamente pudiera no ser tal experiencia, o quizás sí. Quién sabe? Pero lejos de desanimarnos, ésto debe llevarnos hacia el diálogo y la apertura porque, finalmente, aquello que nos trasciende es muy, muy, grande.

Qué importa quién digamos que es? Si de un modo u otro, sea en Oriente o en Occidente, en Europa o en América. Al final todos nos dirigimos a ese Misterio que nos llama, aun en lo profundo del corazón. Tan necesario es que sea, precisamente, como nosotros decimos que es? Qué tremendo ejercicio intelectual por tratar de poseer la fe de otro cuando ni tan siquiera podemos llegar a definir qué es Dios. O quizás necesitamos que nuestro Dios venza al Otro? Demasiadas guerras abiertas a causa de la fe, demasiadas pérdidas, demasiada venganza, demasiada ortodoxia... Tan lejos del amor.

El Misterio que nos alberga trasciende todo texto, lengua y religión. Quizás se llame así, o quizás asa, quién sabe. Ni lo principal es saber quién es, ni tampoco que sepan quiénes somos. Creo que es crucial que seamos nosotros quienes conozcamos, tanto a nosotros mismos como a los demás. Y conocernos pasa por el filtro del amarnos, que es comprendernos, ayudarnos, aceptarnos...

Responder quién en el Cristo es como dar respuesta a qué es la Verdad... Se la pueden apropiar, cierto, pero nadie la puede resolver.

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