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jueves, 14 de junio de 2018

MATEO 5, 20. PEDAGOGIA DEL PERDON

 MATEO 5, 20 – 26: Ustedes han oído que se dijo a sus antepasados: “No mates, y todo el que mate quedará sujeto al juicio del tribunal.” Pero yo les digo que todo el que se enoje  con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera que insulte a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo. Pero cualquiera que lo maldiga quedará sujeto al juicio del infierno. »Por lo tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar. Ve primero y reconcíliate con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda. »Si tu adversario te va a denunciar, llega a un acuerdo con él lo más pronto posible. Hazlo mientras vayan de camino al juzgado, no sea que te entregue al juez, y el juez al guardia, y te echen en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último centavo.


La acción de Jesús era esencialmente pastoral. Por tanto, la tarea de la Iglesia, como continuadora de Cristo, tiene una tarea esencialmente pastoral. Esto exige a la Iglesia vivir en permanente fidelidad al evangelio y ello sólo es posible mediante la fuerza del Espíritu y a través de una vuelta a los orígenes de la predicación del Reino que pasa por el amor en el servicio y el trato a los marginados. En este sentido, como diría el Papa Francisco, hay que oler a vida, hay que implicarse con la humanidad, hay que sensibilizarse con el dolor y con las marginalidades que nos afloran bajo el paradigma del Cristo que es amor, imagen de un Padre amoroso que también lo es.

La idea de volver a Cristo, de volver a la evangelización, del amor a través del testimonio, de la solidaridad entre personas son temas que, hoy en día, están presentes en la conciencia de unos fieles que se sienten identificados con esta Iglesia más humana, cercana, entregada, que sirve y está en misión. El corazón de la comunidad, que se celebra en la eucaristía, parte de la vida compartida en lo cotidiano, a través del testimonio (sea Caritas, sean Radares…), por medio de la pedagogía (catequesis, grupos de lecturas bíblicas, grupos de encuentro…)… Vivimos en un tiempo en que las acciones y gestos han recobrado importancia y que, de ese modo, terminan por acercarnos a lo que debió ser la vida de Jesús tal como la narran los evangelistas.

A pesar de poder citar el secularismo, la decepción, la falta de un posicionamiento más determinado por el Vaticano II… quisiera centrarme en dos temas claves que, a mi entender, sigue dificultando la relación entre la Iglesia y el mundo.

El primero es la necesidad de que los referentes de la Iglesia tengan mayor incidencia y actualidad en la vida de la sociedad. Esta bien remitirnos a un hecho fantástico de hace 50 años, pero estaría mejor tener a mano referentes vivos del día de hoy. Por supuesto que tenemos al Papa Francisco, el testimonio de sacerdotes y religiosos, misioneros, mártires y creyentes que se desviven, pero… no ha habido, por ejemplo, apenas repercusión en los muchos creyentes que han estado ayudando a los refugiados en Idomeni; ni de los muchos que cada semana ayudan a Caritas en el sostenimiento de las familias; ni en que allí donde hay pobreza, miseria y necesidad nunca falta el trabajo de la Iglesia. Por el contrario, nuestra sociedad prefiere otros referentes socio-políticos con que nos inundan las noticias, televisión, internet… Falta redescubrir a esta Iglesia como un referente que nunca ha dejado de estar, aún siendo conservadora, anticuada u olvidada.

El segundo, a ritmo del primero, es que si la Iglesia quiere adecuarse a la vida, a las nuevas sensibilidades, a lo que el ser humano necesita, debe romper con esta percepción que me quda de que a pesar de decir que se ama, que se sirve… se hace con reservas. Me remito a las situaciones de los homosexuales, divorciados, no creyentes u otro tipo de creyentes… El amor no es exigencia, ni pasa por el decir acepto aunque no comparto. De una vez hay que dejar de ser, como dice el obispo de Evreux Jacques Gaillot, “una Iglesia que pone grifos allí donde hay fuentes”.

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