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domingo, 3 de junio de 2018

MARCOS 12. NUESTRA HERENCIA

 MARCOS 12, 6 – 12: »Le quedaba todavía uno, su hijo amado. Por último, lo mandó a él, pensando: “¡A mi hijo sí lo respetarán!” Pero aquellos labradores se dijeron unos a otros: “Éste es el heredero. Matémoslo, y la herencia será nuestra.” Así que le echaron mano y lo mataron, y lo arrojaron fuera del viñedo. »¿Qué hará el dueño? Volverá, acabará con los labradores, y dará el viñedo a otros. ¿No han leído ustedes esta Escritura: »“La piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser la piedra angular; esto es obra del Señor, y nos deja maravillados”?»


Ciertamente hay que adentarse en la cosmovisión judía para entender el contexto del pasaje. No obstante, mi pregunta hoy es la siguiente: todavía queda espacio para la acción, o la actuación de Dios? Algo que tenían tremendamente claro los redactores de la Biblia era la acción del Señor. Primero sobre los justos e injustos, segundo sobre la última intervención al final de los tiempos, tercero… podríamos ir desgranando cada intención del redactor, pero demos el salto al Nuevo Testamento que recoge también parte de esa expectativa. El evangelista se sitúa en el ámbito de la propia historia, la del pueblo escogido, pero dejando reminiscencias a la acción escatológica del Señor, en este caso. Ello, lo hemos heredado los crisitanos, que también esperamos esa intervención de Dios en forma de juicio. Pero, cómo leer el pasaje, o entender la acción de Dios, en nuestro tiempo? Sigue vigente? Podemos esperarla?

A tenor de lo que sucede bajo el azote de los radicales que atentan en el mundo, de los intereses del poder que nos subyuga, de la creciente sensación de parálisis… ante la injusticia social, ante la explotación infantil, según los casos de violencia de género… o siendo también tanta la intransigencia de unos y otros, o de unos sobre otros. ¿Quién no es, en parte, viñador malvado hoy en día?¿Quién no es acusador, inquisidor, o amo?

La transmodernidad que toca vivir nos ha dejado ante el espectro de la rutina, del contentamiento, de la mediocridad… Hoy nos corresponde si queremos vivir la experiencia del don de la vida desde posiciones estandarizadas o desde la radicalidad de la opción de Dios. Una radicalidad que escandaliza y que provoca, algo de lo que carecemos en el siglo presente. ¿Dónde pues queda la acción de Dios en este mundo nuestro? Acaso Dios no puede escandalizar? Ciertamente, y sigue escandalizando. Aunque quizás no llegamos a ver lo que propone, lo que nos muestra, lo que nos habla…

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