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miércoles, 9 de septiembre de 2015

LUCAS 6, 32 AMIGOS Y ENEMIGOS

LUCAS 6, 32 – 36: ¿Qué mérito tienen ustedes al amar a quienes los aman? Aun los pecadores lo hacen así. ¿Y qué mérito tienen ustedes al hacer bien a quienes les hacen bien? Aun los pecadores actúan así. ¿Y qué mérito tienen ustedes al dar prestado a quienes pueden corresponderles? Aun los pecadores se prestan entre sí, esperando recibir el mismo trato. Ustedes, por el contrario, amen a sus enemigos, háganles bien y denles prestado sin esperar nada a cambio. Así tendrán una gran recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los ingratos y malvados.


No sé por dónde lo vean ustedes pero amar siempre tiene mucho mérito, sea a mis amigos o a mis enemigos amar es la mejor actitud entre todas las que puedo adoptar, escoger, en cualquier relación. Claro, amar a los enemigos es el “sumun” pero cómo no conformarse con amar a la familia, a los más cercanos, a los amigos… sin un amor no puede existir el otro, así que a pesar de que la máxima cristiana hable del amor a los enemigos hay que saber que contamos con la mínima, que es el amor a los amigos, para llegar a una gran obra a veces hay que trabajar las pequeñas y lo más minúsculo en el amor es devolverlo a quienes lo profesan. No hablamos del amor sexual, que tiene otras connotaciones y otras sensibilidades, sino del amor fraterno que vendría a ser algo así como un recuerdo del amor divino.

Digo recuerdo porque debemos saber que el amor divino es para todo el mundo, justos e injustos dice el evangelista, no hace acepción de personas, no es para los mejores, o para los sacerdotes sino que es para toda la creación a la que Dios hace de Padre amoroso. Es el ligamen primigenio de la humanidad, iguales, que debería acercarnos por el simple motivo de la existencia: si existimos juntos, si tenemos este gran privilegio de ser, pues amémonos, disfrutemos juntos del regalo, gocémonos de la existencia y hagámoslo en plenitud, sin rivalidades, problemas o causas. Quizás sea también no sólo recuerdo sino premonición, ¿quién dice que no vamos conduciéndonos para un final de amor?

Por tanto, hoy el evangelista vendría a decirnos que no perdamos más el tiempo en enfrentamientos, luchas, peleas, batallas, juicios, enfados… lo cual ejemplificaría a la perfección nuestro día a día, sino que nos invitaría a descubrir la dialéctica del amor, aquella que permita aproximarnos, acercarnos, conocernos, respetarnos… Un enemigo no es necesariamente un oponente, a veces sólo es un desencuentro, un mal entendido, otra dirección o algo desconocido, podríamos decir que en cuanto a enemigos, como en cuanto a amigos, hay graduaciones aunque una misma regla: el amor, si realmente queremos traspasar esa situación de distancia, de incomodidad, de molestia.

¿A quién le gusta vivir con enemigos? Es de lo más costoso: cuidado que no me cruce, vigila por si te dice, justo se me pone en frente, parece que lo hace adrede… Piensen que, al final, el mundo está dirigido a la reconciliación así que no nos merece la pena intentar vivir como si no tuviéramos que reconciliarnos y si no miren la historia, pues toda ella es un llamado a la reconciliación (aunque sea al final): pactos, tratados, disculpas, perdones, acercamientos… Al final todo termina en el encuentro y la vida se orienta hacia el amor, lo leemos en Juan, en Efesios, en la historia de la humanidad y tras el paso de las grandes guerras… y a no ser que seas un terrorista, o un integrista (hoy día se me confunden), es absolutamente innegable.


Piensen que la última llamada del ser humano va a ser siempre el amor, y esta es una gran certeza. Podríamos llevar el ejemplo al plano familiar, al plano espiritual, al plano personal y siempre acabaremos escuchando esa misma, y última, llamada de amor. No gasten su tiempo entre el desamor y la guerra vivan la plenitud de su existencia compartiendo el gozo de descubrirse entre tanta gente, entre tantos iguales. Aventúrense, conózcanse, convivan y finalmente amen, aunque sólo sea a uno, amen!

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