Translate

lunes, 7 de septiembre de 2015

MATEO 1, 18 EMANUEL

MATEO 1, 18 – 23: El nacimiento de Jesús, el Cristo, fue así: Su madre, María, estaba comprometida para casarse con José, pero antes de unirse a él, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública, resolvió divorciarse de ella en secreto. Pero cuando él estaba considerando hacerlo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.»  Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: «La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel» (que significa «Dios con nosotros»).



El nacimiento de Jesús narrado por los evangelistas, como su vida, sólo nos deja ciertos elementos relevantes para conocer aspectos de la vida de un padre, una madre, un hijo, de Dios y de la obra del Espíritu Santo. Para nosotros es relevante destacar el acercamiento, la comunión con el ser humano, de aquel Dios Altísimo, YWHW de los ejércitos. Dios traspasa su Omnipotencia para encarnarse en un ser humano, en todo como uno más de nosotros. Estamos casi ante la redacción de un nuevo Génesis en estos primeros versículos del evangelio de Mateo, atrás queda toda la teodicea del yahvista y del sacerdotal, lo que ahora cobra importancia es concebir a Dios con nosotros, del mismo modo que ese con nosotros será el preludio del Abba (“papá”).

María y José viven escenas distintas, aunque ambas se entrelazan cuando ambos ponen su confianza en Dios. Aprendemos mucho de una mujer superada por su concepción espiritual y de un marido, también sobresaltado, que opta por entregarse. La escena recoge la presencia del ángel, el mensajero, que ya sea en aparición o en sueño comunica aquello que viene de Dios. En su trasfondo vemos a un Dios que vela por el amor de los esposos, pues el mensaje no es de ruptura sino de reconciliación: Dios con nosotros, esta es la primera intención de Dios que nos expresa el evangelista, que nos trae el Testamento.

María y José traspasan su humanidad para convertirse en arquetipos en nuestro tiempo: firmeza, confianza, amor, compasión, acogida, perdón, fe… Como posteriormente será este Emanuel quien también será expresión de formas de humanidad: generosidad, sacrificio, libertad, entrega, fe, decisión… El evangelio tiene todas las herramientas para que cualquier persona pueda sentirse identificada, incluso para descubrir nuestros anhelos, o como un “tipo” de ser. Durante siglos se ha pretendido hacer de esta familia judía una forma de familia universal, y quizás hoy (lamentablemente) vivamos en un tiempo en el que faltan muchas María y también muchos José.

Cuando un matrimonio se rompe, cuando aflora una mala relación, cuando no hay amor entre padres e hijos, cuando se pierde el interés… hay que regresar al evangelio para meditar sobre esta imagen: que Dios no viene a romper el amor del ser humano, sino  a ser fruto de él. Sabemos que no vino a decir que no hubiera dificultades, problemas, momentos, porque ya los hubo entre José y María sino que para todo podemos poner nuestra confianza en Dios porque Él está con nosotros.


El nacimiento de Cristo tiene de profético, de poético, de divino y de espiritual, de histórico… También tiene algo de nosotros mismos que venimos a ser “con nosotros”: cuando un pequeño nace, vemos, viene a ser “con nosotros”; cuando llega un nuevo miembro, también viene a ser “con nosotros”; y cuando algo llega a nuestra vida, también será “con nosotros”. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario