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miércoles, 16 de septiembre de 2015

LUCAS 7, 17 NO LLORES

LUCAS 7, 11 – 15: Poco después Jesús, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud, se dirigió a un pueblo llamado Naín. Cuando ya se acercaba a las puertas del pueblo, vio que sacaban de allí a un muerto, hijo único de madre viuda. La acompañaba un grupo grande de la población. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: —No llores. Entonces se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo: —Joven, ¡te ordeno que te levantes! El muerto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.



Incorporar a los muertos forma parte de las acciones carismáticas de Jesús, aunque en sentido figurado, o como imagen, podríamos decir que forma parte del  plus que nosotros podemos ofrecer al mundo como cristianos. Efectivamente, debemos fijarnos en la realidad que nos rodea, en nuestro entorno, para ver que lamentablemente existen muchas situaciones de mortandad, aquí o allí, y mucha gente llorando alrededor. Siendo conscientes de que estas situaciones existen, entendiendo la muerte como una etapa en la que el ser humano está seco, preocupado, triste, decepcionado… nosotros deberíamos ser capaces de llevar nuestra actividad al corazón (o al espíritu) de ese “muerto” para alcanzarlo a la vida, para llevarlo a Cristo.

No podemos conformarnos a ver estos episodios de muerte de la humanidad, que muchas veces vive sometida al entorno, al poder, a la religión, a las modas… No podemos admitir que el ser humano viva por debajo de su dignidad, como pidiendo limosna por vivir, como oprimido por los lobys, o por otras personas, circunstancias… Que el hombre, o la mujer, viva en plenitud debería ser la meta, el icono de este siglo XXI, porque después de tantos siglos ya viene a ser hora de consolidar la felicidad como derecho universal inalienable a la condición de ser viviente. ¿Qué puedes decirle a un niño pequeño? Pues que tiene derecho a ser feliz, por encima de cualquier otra cosa, y para ello seguramente vamos a tener que acercarnos a la madre (a los padres, a la sociedad en conjunto) para calmarla de su llanto y de su pena y decirle: no llores.

Hoy diría, también, que lo más cercano a nosotros (por la actualidad) sería para resucitar a los países de Europa, y no sólo de Europa, para que atiendan a la situación de la inmigración, de los refugiados, de las muertes en alta mar, o en la playa, para que persigan a las mafias… Está claro que el ser humano, en este caso, tiene el corazón muy sensible al llanto de estos muchos que caminan buscando un futuro. Lo que no está clara, como muchas veces, es la posición de los gobernantes, de los países, del poder en definitiva, que es uno de los mayores ejecutores del planeta. No podríamos resucitar al individuo si dejáramos que las instituciones siguieran muertas, o gobernadas por verdugos, es absolutamente incoherente (a pesar de ser así).

Más cerca nuestro está el tema de las ejecuciones hipotecarias, a mi entender un asesinato, y se está matando a muchas familias, a muchos pequeños y a muchos mayores, y ante esta realidad nos mostramos impasibles, insensibles, o vencidos, derrotados, quizás sean los dos polos: las instituciones insensibilizadas y los ciudadanos atados de pies y manos. Y no puede ser, basta de ejecuciones, basta de llevar a la persona a su muerte!!

¿Qué vivimos en un país de tradición cristiana?¿Que la tradición eclesial ocupa todavía un lugar de relevancia?¿Que si somos cristianos? Pues levanten, resuciten, hagan todo lo posible por preservar la felicidad del ser humano, todo lo posible para que los gobiernos hagan una opción por la vida, por la humanidad, por la dignidad, por el amor. Para resucitar primero algo, o alguien, debe morir; pues para resucitar al poder, a los lobys, a los gobiernos, la justicia… ya saben, primero deben morir.


Ojalá seamos conscientes de nuestro papel, de lo que nos jugamos, de la propia vida y podamos acercarnos a toda esta realidad para decirle de una vez y por todas: no llores.

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