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miércoles, 13 de septiembre de 2017

LUCAS 6, 20. EN TENSION

 LUCAS 6, 20 – 24: Él entonces dirigió la mirada a sus discípulos y dijo: «Dichosos ustedes los pobres, porque el reino de Dios les pertenece. Dichosos ustedes que ahora pasan hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes que ahora lloran, porque luego habrán de reír. Dichosos ustedes cuando los odien, cuando los discriminen, los insulten y los desprestigien por causa del Hijo del hombre. »Alégrense en aquel día y salten de gozo, pues miren que les espera una gran recompensa en el cielo. Dense cuenta de que los antepasados de esta gente trataron así a los profetas. »Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya han recibido su consuelo!


Siendo, como somos, una comunidad en progreso y en esperanza corremos el riesgo de terminar relativizando estos pasajes que nos hablan de recompensas. Es algo que nos persigue, como cuando hablamos de la parusía. Hablamos de dicha, de gozo y de tesoros cuando nunca hemos de olvidar el sufrimiento y el llanto de las personas con quienes debemos ser solidarios, pues el ser humano parte de su contingencia y su fragilidad hacia la escatología y no al revés. Y aunque la Gracia suponga las arras de nuestra salvación, no debemos olvidarnos de la realidad, ni del hecho historiográfico del ser humano. Existimos y vivimos, no nos elevamos.

Claro, hay siempre algo de dicha cuando uno está en ejercicio de Cristo, cuando uno saborea lo que supone ser un discípulo del Reino, cuando podemos abandonarnos en Dios. A pesar de los problemas y de las situaciones tenemos un con qué para afrontar la desdicha, la enfermedad, la pobreza… Pero esta dicha nuestra no es extrapolable sin más a otras zonas y realidades y, si no, traten de establecerse en este pasaje ahora en las zonas devastadas por el huracán Irma, por ejemplo.

En nuestra societas de bienestar podemos responder con dicha y desde Dios, incluso cuando se producen actos tan atroces como los atentados de Barcelona y Cambrils, por citar los más recientes. La sociedad es capaz de responder de muchas maneras. Pero esta misma situación ya no es la misma cuando azota la necesidad, el hambre, la enfermedad…

Por la causa del Cristo ciertamente es posible sufrir más o menos, o alegrarse también menos o más dependiendo del lugar en que uno esté. Las necesidades predeterminan nuestra fe. Y aunque la gracia nos cubre a todos, hay lugares en los que es complicado hablar de dicha y bienaventuranza, por simple respeto.

El pasaje de hoy me lleva a no relativizar mi cristianismo, a no ser de los que ya esperan como si el mundo no contara. Me lleva a querer implicarme en la vida y en la historia de la humanidad, aquí y ahora.

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