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martes, 19 de septiembre de 2017

LUCAS 7, 11. VOLVER A LA VIDA

 LUCAS 7, 11 – 15Poco después Jesús, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud, se dirigió a un pueblo llamado Naín. Cuando ya se acercaba a las puertas del pueblo, vio que sacaban de allí a un muerto, hijo único de madre viuda. La acompañaba un grupo grande de la población. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: —No llores. Entonces se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo: —Joven, ¡te ordeno que te levantes! El muerto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.


Incorporar a los muertos forma parte de las acciones carismáticas de Jesús, aunque en sentido figurado, o como imagen, podríamos decir que forma parte del  plus que nosotros podemos ofrecer al mundo como cristianos. Efectivamente, debemos fijarnos en la realidad que nos rodea, en nuestro entorno, para ver que lamentablemente existen muchas situaciones de mortandad, aquí o allí, y mucha gente llorando alrededor. Siendo conscientes de que estas situaciones existen, entendiendo la muerte como una etapa en la que el ser humano está seco, preocupado, triste, decepcionado… nosotros deberíamos ser capaces de llevar nuestra actividad al corazón (o al espíritu) de ese “muerto” para alcanzarlo a la vida, para llevarlo a Cristo.

No podemos conformarnos a ver estos episodios de muerte de la humanidad, que muchas veces vive sometida al entorno, al poder, a la religión, a las modas… No podemos admitir que el ser humano viva por debajo de su dignidad, como pidiendo limosna por vivir, como oprimido por los lobys, o por otras personas, circunstancias… Que el hombre, o la mujer, viva en plenitud debería ser la meta, el icono de este siglo XXI, porque después de tantos siglos ya viene a ser hora de consolidar la felicidad como derecho universal inalienable a la condición de ser viviente. ¿Qué puedes decirle a un niño pequeño? Pues que tiene derecho a ser feliz, por encima de cualquier otra cosa, y para ello seguramente vamos a tener que acercarnos a la madre (a los padres, a la sociedad en conjunto) para calmarla de su llanto y de su pena y decirle: no llores.

Que vivimos en un país de tradición cristiana? Que la tradición eclesial ocupa todavía un lugar de relevancia?Que si somos cristianos? Pues levanten, resuciten, hagan todo lo posible por preservar la felicidad del ser humano, todo lo posible para que los gobiernos hagan una opción por la vida, por la humanidad, por la dignidad, por el amor. Para resucitar primero algo, o alguien, debe morir; pues para resucitar al poder, a los lobys, a los gobiernos, la justicia… ya saben, primero deben morir.

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