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viernes, 22 de septiembre de 2017

MATEO 9, 9. SIGAMOSLE

 MATEO 9, 9 – 13: Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos. «Sígueme», le dijo. Mateo se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en casa de Mateo, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y comieron con él y sus discípulos. Cuando los fariseos vieron esto, les preguntaron a sus discípulos: —¿Por qué come su maestro con recaudadores de impuestos y con pecadores? Al oír esto, Jesús les contestó: —No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos. Pero vayan y aprendan lo que significa: “Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios.” Porque no he venido a llamar a justos sino a pecadores.


Que los evangelistas remarquen que Jesús vino a por los pecadores nos da a todos una cierta tranquilidad que, a pesar de los por menores de la vida, tenemos abogado. Si mas no tenemos un acceso a lo inaccesible, que es la santidad, de tal modo que nos permite vislumbrar la vida como una comunidad que camina en esperanza. Claro, una comunidad entre muchas comunidades que nos acompañan en este camino que realiza la humanidad desde hace siglos hacia el encuentro con el Trascendente.

Todo se consuma en Cristo y todo se encamina hacia Él. Sin saber de qué manera o cómo va a realizarse lo cierto es que sólo tenemos la certeza de que el tiempo se cristifica y que, gracias a esta acción crística, nuestra vida se perfecciona en Él. Este camino de gloria es el que permite que un Mateo, o cualquiera de nosotros, se levante de su mesa de recaudador y siga al maestro de Nazaret. Un seguimiento a la cristificación más que un seguimiento a la perfección. Quizás, entre ellas, un camino de misericordia.

¿Se pide algo más?
 Básicamente no, desde luego. La fe nos viene dada; el transformarnos de gloria en gloria es cuestión que se nos escapa; la contingencia y la finitud quedan muy lejanas como para poder hacer algo; lo que ocurra después de la muerte no depende de nosotros, ni tan siquiera lo conocemos; cómo adorar, cómo perdonar y pedir perdón, cómo acceder al Padre… Pues vaya… como para pedirnos algo más.

Así pues, si hoy oímos su voz, sigámosle, tan sólo eso.

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