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sábado, 9 de septiembre de 2017

MATEO 1, 16. ENTRE DIOS Y EL HOMBRE

 Mateo 1,18-24: El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".» Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.


De este pasaje del evangelio de Mateo quisiera empezar por destacar algo que es fundamental, el diálogo entre el ángel y José. Y lo hago porque el evangelista, con muy inteligentemente, nos propone una verdad radical: el Hijo de Dios viene al mundo, pero viene al mundo también porque el ser humano quiere que venga.

El la época del relato, José podría haber denunciado perfectamente a Maria por la extraña forma en la que había quedado embarazada. Y aunque muchos son los que hablan de la nobleza y amor de José por María, el mensaje del evangelio trasciende aquí lo puramente sentimental y se alza hacia lo necesariamente trascendental. Que el Hijo de Dios venga es un deseo del ser humano. Ergo, hasta para este mismo caso, hasta para la encarnación, Dios cuenta con la voluntad del ser humano.

Qué importante poder entender este respeto con que el Señor trata a los seres humanos. Quizás recuerdo de los primeros días en el Edén, quizás porque somos creación suya, puede ser por tanto Amor que nos tiene, ¿Quién sabe? Este texto, que aveces pasa escondido en las cualidades, supuestas, de José abre el consentimiento a la propuesta de salvación de Dios para el hombre.

Por tanto, hoy en día, este pasaje viene a decirnos que aceptar a Jesús siempre va a ser, en parte, decisión nuestra. Dios nos propone el camino, nos muestra su salvación, indica... pero no obliga. Aunque tampoco cierra nunca esa puerta hacia Cristo, y así hombre o mujer pueden en cualquier momento dar un paso positivo para que el regalo de Jesús nazca en sus corazones.

María nos mostró la fe ciega y la felicidad de ser portadora de Aquel que viene a salvar. Ahora José posibilita la transición hacia el ser humano, y Jesús pasa a llamarse Enmanuel, Dios con nosotros, porque José también es parte de la puerta de entrada de Jesús a la humanidad y Jesús viene para estar con nosotros, para vivir con nosotros, para sufrir por nosotros y para mostrarnos, enseñarnos, posibilitarnos... No habría Enmanuel sin el silencio de José, y no habría Jesús sin su fe.

¿Quién sabe si Dios, que todo lo puede, habría podido hacerlo de otra manera? Seguramente. Pero Mateo nos dice que Dios, cuando hace algo, quiere contar con el ser humano.

Por tanto, siéntete privilegiado, o privilegiada. Dios quiere contar contigo, con tu opinión, quiere escucharte, desea que entables conversación con Él, que intimes. Él va a ayudarte a descubrir el mundo, te enseñará a amar, a caminar, a vivir... pero los pasos con los que un Padre coge primero a su bebé para sostenerlo, pasan luego a una mano, y finalmente el pequeño camina ya por su propio pié.

Pero el pequeño, siempre puede pedirle al Padre, o a la Madre, que le de la mano, porque dar la mano nos aporta seguridad, y jamás, JAMÁS! Dios negará esa mano al ser humano. Porque Jesús, que viene de Dios, ahora nace con el consentimiento del hombre.

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