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viernes, 4 de mayo de 2018

JUAN 15, 12. METAL VACIO

  JUAN 15, 12 – 17Y éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes. No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros.


El pasaje de hoy nos sitúa muy a la altura de la teología paulina, en ella el apóstol nos dice que el cumplimiento de la Torah es insuficiente, porque sólo la Ley modifica la conducta, el comportamiento, por lo tanto es extrínseca. En cambio, como también indica el evangelista, si la verdadera Torah es para nosotros Cristo, su Ley sí cambia el corazón. Esto es, cumplir la ley  del cristiano es vivir como Cristo, bajo el primado del amor. Pero esto sólo es posible porque en lugar de la Torah hemos puesto a Cristo, y por ese motivo la Ley se puede resumir en el amor a Dios y al prójimo y al enemigo.

Tener un mandamiento implica que tenemos una Ley, y aunque esa Ley sea vivir como Cristo, tenemos algunos cometidos que algunos llaman propuestas y otros deberes, aunque si estos deberes son para libertad podríamos también llamarlos ayudas. Así, podríamos decir que la vida del cristiano se aboga en propuestas y ayudas, y en que ambas son recíprocamente válidas para todo el mundo, todos ayudamos y todos somos ayudados. Esto implica que los efectos del mandamiento de Cristo son para actuar en libertad, y a esa libertad amorosa y responsable hemos sido llamados.

Se invierte el orden de la Ley, ahora lo primero es vida y lo segundo letra. No tengo que supeditarme a la letra para que cumpliendo la norma pueda vivir, sino que en función de cómo (o para qué) vivó se está cumpliendo la Ley. Como Jesús dirá que no está sometido a tribunales humanos, nosotros tenemos también el estatuto jurídico del cielo, que es el Amor. Todo lo que nosotros, como personas, podamos pensar, elaborar, escribir o proponer a modo de Ley para en alguna manera condicionar a la humanidad para el bien se extingue en el tiempo. Nosotros tenemos en la vida un itinerario de principio y regreso, de vida y de muerte, es decir, que venimos del amor del Dios bajo el amor de  los papás y regresamos al amor de Dios desde el amor de los demás. Es decir, que nunca perdura la Ley y que el amor es eterno en tanto es Dios.

Hay en nuestro tiempo muchas personas que quieren sentirse bien, que quieren ser más espirituales, que buscan un encuentro místico, que meditan, que por medio de regresiones tratan de superar problemas del pasado, que hacen reiki... bien, la mejor medicina, la mejor espiritualidad, la mejor manera de afrontar la vida, y hacer un mundo mejor todo ello depende del amor. Y el amor puede ser un trayecto espiritual, pero también es un viaje a la realidad, a la forma de vivir la vida, de entender el mundo, de comportarse y de relacionarse... porque si no tengo amor soy como el metal que no suena, estoy hueco, vacío.

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