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lunes, 28 de mayo de 2018

MARCOS 10, 36. HIJOS DE ZEBEDEO

 MARCOS 10, 36 – 41Se le acercaron Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo. —Maestro —le dijeron—, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir. —¿Qué quieren que haga por ustedes? —Concédenos que en tu glorioso reino uno de nosotros se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda. —No saben lo que están pidiendo —les replicó Jesús—. ¿Pueden acaso beber el trago amargo de la copa que yo bebo, o pasar por la prueba del bautismo con el que voy a ser probado? —Sí, podemos. —Ustedes beberán de la copa que yo bebo —les respondió Jesús—y pasarán por la prueba del bautismo con el que voy a ser probado, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí concederlo. Eso ya está decidido.



A Jesús, no me cabe la menor duda, tenemos muchas cosas que pedirle. Me entristece las veces que, como ocurre con los discípulos, esas peticiones nuestras tienen que ver con el ansia de poder, con la búsqueda de lugares de honor, con ser visto, aclamado o tenido en cuenta. ¿Acaso no hay en la vida cosas mucho más importantes?¿Es que quizás no daríamos nuestra vida por un padre, una madre, un hermano o una hermana? O vayamos al plano social, quién se atrevería a anteponer su egoísmo ante el azote del hambre, los desahucios, la inmigración o la pobreza… Si nos paramos a pensar, hace tiempo que se ha tocado nuestro corazón, que nos hemos dejado alcanzar por el sufrimiento, o por la enfermedad, o por África, o por República Dominicana o Haití. Cada día veo más acertado pedirle a Jesús lo siguiente: Que me siga dejando vivir, porque a esta vida que me interpela quiero dedicarle la vida. Quizás un día lo haga mejor, quizás otro peor, incluso puede que me levante perezoso o presto para llegar a los rincones, pero si quiero pedirle algo que sea vivir.

Mi vida, como la tuya, está decidida, es algo que sólo le corresponde a Dios concederlo y, alégrate, porque has sido agraciada, agraciado. Vivir no es sólo la experiencia más maravillosa que puede experimentar, gozar, gastar o explicar un ser humano sino que además, si somos conscientes, es también otro regalo para el prójimo, para la hermana, o para el hermano que, en su experiencia, puede abrirnos, descubrirnos, amarnos… como nosotros a él/ella. ¿Qué puedo pedirle a Jesús? Otra vida: que me ayude, me capacite, me inquiete para descubrir otra vida, tu vida, tu regalo. Y no quiero morir sin descubrirlo, sin ayudarte, sin amarte, sin comprenderte, sin acompañarte, sin escucharte.

Cada uno de nosotros estamos ya a la derecha y a la izquierda del otro y del otro, de nuestra madre y del amigo, de nuestra hermana y el padre… Tenemos el lugar de privilegio garantizado cuando nos descubrimos, cuando caminamos juntos, cuando estamos en comunión, cuando nos consolamos, celebramos, reímos o lloramos. Y cuando eso ocurre, cuando te tengo aquí o allí, es como si estuviera sentado en un trono y no puedo pedir nada más, salvo que sigas conmigo.

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