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domingo, 6 de mayo de 2018

JUAN 15, 9. PERMANECER EN AMOR

 Juan 15, 9 - 11: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.»



El autor habla del amor que Dios nos ha tenido como una iniciativa que siempre sale de Él, que tiene su origen en las moradas celestiales. Así, presenta a Dios como el origen del amor y la vida cristiana, por tanto, como reflejo de ese amor de Dios. Esta iniciativa amorosa es para llamarnos hijos, para acercarnos a la existencia misma del Padre. Sería lo que se conoce por derecho de filiación, por el que una persona era llamado hijo o hija y se convertía en heredera de los bienes de la otra persona. Dios es el Padre de Cristo y nosotros hemos sido llamados hijos (o adoptados dirá Pablo) por puro amor, por puro don.

El conocimiento nos hace hijos de Dios. Conocimiento entendido como un acto relacional, como un verbo experiencial que hace referencia a la vida de comunión con Dios. Pablo dirá que el Hijo nos ha abierto al conocimiento de Dios, mostrándonos la vida de comunión con el Padre.

 La fidelidad de Jesús a la voluntad de Dios lo lleva a tener varios encontronazos, y finalmente y tras muchas controversias a la cruz. Pero Jesús permanece firme y será esa coherencia suya lo que también terminará, como otro factor decisivo, por llevarlo a la cruz. Así, por su muerte, por su fidelidad, tiene capacidad para perdonar el pecado. Y se abre un nuevo dinamismo de relación con Dios, la Fe como sinónimo de conocimiento, de adhesión personal.

La validación de la fe en el contexto joánico viene siempre desde la praxis: amar al hermano y obrar según la voluntad de Dios. Amarnos es vivir con las mismas actitudes con que Dios existe. La entrega de la vida de Jesús es la expresión del amor.  Si obramos como Cristo vivió, lo que me iguala a Dios es vivir entregado a los otros. Por tanto para nosotros existe esta necesidad de vincularnos a la obra del amor, que es Cristo mismo, porque de ese modo posibilitamos hacer visible aquello que es invisible y proseguimos con el dinamismo de la salvación tan grande que Dios tiene preparada para todos los que creen y confiesan, viviendo en el compromiso y la entrega mutua,

Que sepamos traspasar nuestro egoísmo, lo que nos sujeta a lo terrenal, a lo material y tengamos capacidad para vivirla misma vida de dios, que es desde el amor.

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