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viernes, 11 de mayo de 2018

JUAN 16, 20. TRISTEZA ALEGRE

 Juan 16, 20 - 23a: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada.»


Es para pararse a pensar en todo lo que el ser humano puede llegar a soportar, aguantar, sufrir… Hay veces que cuando parece que la cosa no puede ser peor asistimos a una especie de renacer de la persona que, como un Ave Fénix, resurge a la vida. Es como aquello que nos decían en educación física cuando corríamos quince minutos y decíamos que no podíamos más, pero el profesor nos decía que sí, que siguiéramos. Está claro que es muy difícil establecer el límite de la mujer o del hombre porque cuando parece que todo está perdido, no! Aún podemos con más.

El ejemplo de la mujer que da a luz es el paradigma perfecto de lo que suponen estas situaciones, que parece que quieran acabar con nosotros pero que finalmente sirven de experiencia para una vida que se reencuentra, que resurge, que vuelve a brillar. Aunque la llama parece que se va apagando, no podemos olvidar que mientras haya brasa el fuego siempre tiene opción a volver. Qué bello pues que de la experiencia del dolor podamos dar paso a la satisfacción más plena, a la alegría, a la felicidad. Lo que deberían ser dos principios contrarios vemos que no están tan separados como la razón, o la psique, parece indicar.

Es un camino difícil, la psicología de cada uno juega un papel a veces desmoralizador, opresivo, pero conforme asumimos esa invasión de nuestro espacio de bienestar es posible ver luz, y cuando uno es capaz de ver como se abre el día aquello que era oscuridad, tristeza, quebranto, puede convertirse en un espacio de luz radiante.

Algo así quiso decirnos el evangelista cuando con la perspectiva de la resurrección miraba cómo vivieron los discípulos los momentos posteriores a la muerte de Jesús. Qué dolor, todos ellos disipados, cada uno de regreso a sus antiguas vidas, pero tampoco… algo ocurre, todos corren al encuentro de todos, hay apariciones que recuperan el corazón de algunos, paseos que reavivan la fe de otros, una brasa con pan y con peces que provoca el gozo entre los discípulos…

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