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lunes, 17 de julio de 2017

MATEO 10, 36. A ESPADA

 MATEO 10, 34 - 35: No crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz sino espada. Porque he venido a poner en conflicto al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, a la nuera contra su suegra.


Recoger hoy este pasaje tiene, para nosotros, una cierta clave de crítica respecto de nuestra cristiandad. Somos una sociedad piadosa, en cambio somos también una sociedad que no sabe cómo plantear batalla. Vivimos una espiritualidad, seguimos un itinerario de fe y no somos capaces de plantar al poder, de hacer frente común ante las injusticias. Quizás, como cita el profeta, la imagen de las ovejas al matadero sea nuestra impronta en el mundo del siglo XXI. Cristianos sin espada, piedad sin lucha, devoción sin implicación. ¿Y no nos cansa?

Vivimos en una Tierra movida por intereses de todo tipo y en la que algunos deciden por los demás. Eso es evidente. Vivimos en un planeta en que aquellos que nos representan han viciado esa representación y se están aprovechando de un sistema obsoleto y poco funcional, que sigue favoreciendo a las elites. Vivimos, además, en un clima engañoso que parece querer un cambio pero que en realidad sólo perpetúa el poder. ¿El evangelio de los pobres? Mas bien el Dios Aeconomicus, como decía González Faus.

Pienso, que lo que nos pertoca es movilizarnos no ante el ayuntamiento, ni ante el parlamento, que también. Sino como cristianos ante la catedral, ante el obispado, o en la Plaza de San Pedro. No para escuchar homilías, no para más beatificaciones, no para cantar salmos al Señor… sino para reclamar una implicación total y absoluta por el Evangelio de Jesús.

Claro, habrá quien nos diga que al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios. En absoluto! O nos implicamos de lleno en la vida social, política y económica de este mundo nuestro o ya podemos irnos olvidando de nuestras opciones en la lucha.

Más, esta pelea no es cuestión de las bases. Esta lucha necesita la implicación de aquellos (porque hay pocas aquellas) que copan lugares destacados y que tienen posibilidad de cambio efectivo. Muévanse, ayuden, colaboren, dejen de mirarse el ombligo y de engrosar sus cargos, cuentas y patrimonio. De facto no es que necesitemos capitanes, pero la verdad es que no nos irían tan mal.

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