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viernes, 21 de julio de 2017

MATEO 12, 1. ASFIXIADOS

 MATEO 12, 1 – 6: Por aquel tiempo pasaba Jesús por los sembrados en sábado. Sus discípulos tenían hambre, así que comenzaron a arrancar algunas espigas de trigo y comérselas. Al ver esto, los fariseos le dijeron: —¡Mira! Tus discípulos están haciendo lo que está prohibido en sábado. Él les contestó: —¿No han leído lo que hizo David en aquella ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre? Entró en la casa de Dios, y él y sus compañeros comieron los panes consagrados a Dios, lo que no se les permitía a ellos sino sólo a los sacerdotes. ¿O no han leído en la ley que los sacerdotes en el templo profanan el sábado sin incurrir en culpa? Pues yo les digo que aquí está uno más grande que el templo.


La dinámica del sábado bíblico nos introduce en el campo de lo sagrado. No obstante, también nos conduce hacia la encrucijada entre lo que se puede y no se puede hacer. El ámbito legal de la institución sabática dictaba para el redactor del evangelio, más que una controversia, una posibilidad de plenitud. Todo aquello que podía acontecer al amparo del Templo pasará ahora a un ámbito diferencial para la comunidad cristiana pues más grande que lo sagrado, es Cristo.

Si nosotros siguiéramos esta lógica mateana tendríamos que saber remover los cimientos de nuestra situación vital para establecer que grande, lo más grande, es Cristo. Tendríamos que revisar nuestros fundamentos antropológicos, morales, políticos, económicos, religiosos y legales, por ejemplo, para determinar al nuevo Legislador, y su Ley, que están por encima del entramado institucional, o sagrado actual. Y si nos acogiéramos a ese único precepto tendríamos, también, que cambiar nuestro orden de preferencia para devolverle al ser humano no ya su dignidad o su libertad, sino su lugar en una creación armónica en la que imperen aquellos grandes preceptos de la justicia social de los profetas, o la preocupación por los pobres de las primeras comunidades.

Deberíamos, sigo, reconducir todos los cargos públicos, o de dirección, o de gobierno, o de Iglesia, para que volvieran a tener un peso social específico. Es decir, que deberíamos terminar con todo lo poderoso para devolverle a la gente dirigentes que actúen en favor, en beneficio y en servicio de la sociedad. Pues si sólo reconocemos un Señor, y es además un Señor servidor, habrá que procurar que estos “otros señores” sigan el ejemplo de servicio y dedicación del más grande, que ama hasta el fin y se entrega por los demás.

Todo lo que no sea caminar hacia esta meta es fraudulento. ¿Justificable? Pues llevamos ya muchos siglos de historia tratando de hacerlo pero, vamos a decir la verdad, desde la base del fracaso. ¿Que se ha avanzado? Por supuesto, pero también se ha retrocedido y más en este siglo XXI en todos los niveles. Y, claro, que no nos valga aquello que es el sistema menos malo porque, de facto, el sistema no es el que sufre sino las personas. Por tanto, seamos osados para arrancar espigas los sábados, para comer de los lugares santos y para buscar alternativas a este formato autoritario que nos inunda, comprime y asfixia.

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