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domingo, 23 de julio de 2017

MATEO 13, 24. POCO TRIGO

 Mateo 13, 24 – 30: Otra parábola les propuso, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: “Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?” El les contestó: “Algún enemigo ha hecho esto.” Dícenle los siervos: “¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?” Díceles: “No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero.”»



Pienso que hoy uno de los principales problemas de la Buena Noticia cristiana reside en el cómo llevarla, cómo presentarla, cómo exponerla, explicarla, narrarla… Y para ello voy a prefigurar que, a partir del texto, es en la misma transmisión de la fe que vive el trigo y la cizaña. Y vive porque la misma experiencia del Evangelio se hace a veces intolerante, intransigente, antigua… o por el contrario, demasiado novedosa, liberadora, sincrética… Para los de cada polo, opuestos entre sí, a pesar de compartir la misma fe viven como si hubiera cizaña. El problema, también, es que ninguno de ellos tiene previsto dejarla crecer. Así, entre campos echados a perder el sembrador vuelve a salir a sembrar.

Está claro que el tiempo de la siega, cuando llega (y si llega), es escaso. Lo vemos ya no en la llamada secularización o en el laicismo sino en el seno de nuestras comunidades que, a fin de cuentas, a pesar de los tiempos son quienes viven la fe. Hay distancia, recelo, preocupación… Se ponen trabas en las ruedas, palos en los caminos y se tacha a unos de tal y a otros de cual. Así, desde luego, no vamos bien.

El trabajo es arduo, más si tenemos en cuenta la dificultad en el diálogo, pero algo tenemos que hacer. Es decir, que al trabajo ecuménico (que es encomiable), al trabajo social (con la bandera de caritas, por ejemplo) y al mensaje del Evangelio de amor a Dios y al prójimo, hay que añadir urgentemente la necesaria cohesión, cooperación y estima entre los diferentes grupos de cristianos que viven su fe, casi, individualmente o sólo desde la celebración. Tengo por seguro que por más que alguien celebre y celebre, sea en misa, sea en un culto, sea donde sea, y no tenga amor por los suyos, de nada sirve, en anda edifica.

Por tanto, aprovechemos para empezar a arrancar cizaña porque trigo, lo que es trigo, hay bien poco.

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