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martes, 25 de julio de 2017

MATO 20, 20. SENTARSE EN EL TRONO

 Mateo 20, 20 – 28: Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. El le dijo: «¿Qué quieres?» Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino.» Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?» Dícenle: «Sí, podemos.» Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre. Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.»



Mateo no sitúa, a lo largo del evangelio, en una tesitura cercana a la del evangelista Juan: ser discípulo de Cristo tiene mucho que ver con compartir su destino de muerte. De hecho así lo recoge Juan en el pasaje del buen pastor, como Mateo hace hoy referencia en el hecho de un servicio en rescate, dando la vida. Y lejos de hacer del seguimiento algo bucólico ciertamente debemos tener presente el misterio de la muerte, que es una etapa misteriosa a lo largo del itinerario cristiano. Así, de algún modo como decía Pablo, sepultados con el Maestro revivimos hacia un servicio santo a todas las mujeres y a todos los hombres, como esclavos suyos.

Lucía Caram acertó hace pocos días con sus declaraciones sobre la política española y su cristianismo estéril, pobre y farisaico. Podríamos extenderlo también a la Alemania de Merkel o a los USA de Trump… células políticas que cubren bajo el espectro del ser cristiano políticas inhumanas y que favorecen la desigualdad, la pobreza, el odio o el maltrato del medio ambiente, entre otras. Servidores del dinero, del petróleo; seducidos por el poder; amigos de la banca; generosos con las primas y los chanchullos; que bloquean a la persona y a su libertad y a su dignidad; fascistas amparados por sus democracias. Éstos no beben sólo de la copa sino que se quedan con todo el vino. Gente que no entiende de partir el pan, ni de cuidar de los pobres. Viven de la exégesis de la moneda y del culto a la soberbia. Implacables.

Algo debe ocurrir cuando diciéndome cristiano, llamándome servidor, no me dejo transformar a la ternura del Cristo de los evangelios. Algo pasa cuando profesando la fe, no vivo en la radicalidad del amor y el servicio. No puedo existir como Hijo, cuando no soy guardián de mi hermana, de mi hermano, cuando no cuido del pobre, de los niños… No puede haber profecía sin justicia social. Esto no es del Reino, esto no es de Cristo.

Quizás sea tiempo ya de reclamar servidores, de pedir pastores buenos, de buscar entre quienes no generan terror. Quizás es tiempo de salir de nosotros, de nuestro bienestar, y reclamar, pedir, exigir un mundo mejor, posible, y empezar a masticar, dejar de tragar.

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