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martes, 18 de julio de 2017

MATEO 10, 37. UN VASO DE AGUA

 Mateo 10, 37 – 42: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. «Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. «Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá. «Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa.»


Hay cosas bien sencillas que, para el evangelista, llevan a lograr la recompensa en Cristo. Gestos sencillos como dar un vaso de agua, como dar de comer, como vestir al pobre, visitar al enfermo, al preso, cuidar de la viuda, o del anciano, ser como niños… actos que están en nuestra mano hacer, o no. En definitiva, actuaciones que nos son posibles y desde las que acercamos aquello que llamamos Reino de Dios. Actos de misericordia, ciertamente. Amor, también. Incluso aquella justicia a la que se refiere Mateo en su Evangelio y que se recoge en los profetas del Antiguo Testamento. Si hacemos estas cosas, verdaderamente acercamos el Reino y tocamos aquello que llamamos, también, la voluntad de Dios.

Hoy, no obstante, vivimos muchas situaciones en las que estos simples gestos no tienen cabida. ¿Increíble?, no… cierto. Tenemos la clamorosa actualidad de Venezuela, por ejemplo, que no entiendo cómo no tiene ya alguna propuesta de solución a nivel global. Tenemos, más cerca, el problema político de las democracias europeas, más totalitarias que democráticas y que no están, por lo que parece, ni para dar de comer al hambriento, ni para cuidar de los niños, ni de las viudas, ni de la justicia social…

Un poco más lejos tenemos el drama de los refugiados que se soluciona pagando a Turquía. Por no hablar de los otros grandes dramas, como el africano, el sirio… que nos recuerdan a diario los límites de la crueldad humana…

Bien, y ante todo esto, ¿cómo ayudamos?¿cómo respondemos?¿cómo acercamos el vaso de agua? ¿O es que quizás sentir que hemos perdido la recompensa nos hace bajar las manos?

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