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sábado, 1 de julio de 2017

MATEO 10, 26. COMO PAJARILLOS

 Mateo 10, 26 – 31: «No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados. «Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos.


La reciente premio princesa de Asturias, Karen Armstrong, habla de la peligrosidad a la que nos lleva el Dios personal. Ciertamente, porque a lo largo de la historia la concepción de Dios ha cambiado de tal manera que parece que, en cada época, deba contemplar las aspiraciones o necesidades del ser humano. Es decir que si antaño vivimos en el Dios Todopoderoso, hoy lo hacemos en clave de Amor. Si ayer Dios era temible y grande, hoy es cercano y tierno… No obstante, creo firmemente en el Evangelio cuando dice no temáis. A Dios no hay que temerlo. No debemos vivir atemorizados ante la presencia total, tampoco hay que acudir a Él dudosos, amedrentados, cohibidos… Entiendo que este no temáis tiene que ver con no sentirnos esclavos de Dios, como si se esperara algo de nosotros porque, ¿Qué expectativa puede tener Dios de nosotros?¿Qué puede necesitar Dios de nosotros?¿No es más bien al revés?

Claro, sería fantástico poder meternos un día, sólo un momento, en la piel de un pajarillo para comprender su dinamismo. Quizás nos horrorizaríamos. Quizás no, volaríamos por aquí, comeríamos de allí, sin sembrar ni segar… como cita el evangelio. Aunque conformado a mi humanidad, si adopto la enseñanza del pasaje sólo debo confiar, aunque también esto de confiar deja mucho margen de interpretación. Como todo. Y cuando el ser humano interpreta, sinceramente, vuelve a crear y a recrear espacios de presidio, de moral y de obediencia. ¿Acaso no somos capaces de volar como estos pájaros, de crecer como las flores del campo?

El mismo texto nos lleva al encuentro con esta tesitura. En el mismo pasaje hay un cántico a la libertad y a la confianza pero con avisos. Cuidado! Que la Gehena de fuego no está tan lejana. Atención! que para Dios no hay nada encubierto. Avisos para navegantes.

Me da la impresión, hablando de animalitos, que esto tiene un cierto parecido con las correas estas extensibles que ponemos a nuestras mascotas para que se sientan más libres aunque sigan atadas. Y esto, ¿de dónde viene?¿De Dios o de los hombres?

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